Nota del editor: Este artículo pertenece a James A. Dorn, Vice-presidente para Asuntos Académicos de Cato Institute y especialista en China y coautor de China's Future: Constructive Partner or Emerging Threat? (El Futuro de China: ¿Socios Constructivos o Amenaza Emergente?).
F. A. Hayek, uno de los más grandes liberales del siglo XX, escribió su clásico libro El Camino de Servidumbre hace 60 años para advertir contra los peligros planteados por el socialismo de la posguerra. Él creyó, al igual que David Hume, que “raramente la libertad, de cualquier clase, se pierda toda de una vez.” Para detener el crecimiento de un gobierno grande y la erosión de la libertad económica y personal que acompaña ese crecimiento, Hayek abogó apasionadamente por un orden liberal internacional basado en un gobierno limitado, libre comercio y estado de derecho. Su mensaje es tan relevante hoy como lo era en 1944.
La visión de Hayek de un orden liberal de mercado con propiedad privada, libertad de contrato y gobierno limitado se basó en el trabajo de Adam Smith y otros liberales del siglo XVIII. Un concepto fundamental en ese cuerpo de trabajo es la noción del orden espontáneo o lo qué Smith llamó “un sistema simple de libertad natural.” Según Smith, cuando suprimen “todos los sistemas, sea de preferencias o de restricciones, el simple y obvio sistema de libertad natural se establece espontáneamente.” En tal sistema “cada hombre, mientras no viole las leyes de la justicia, es perfectamente libre de perseguir su propio interés a su propia manera y llevar hacia la competencia a su industria y capital con los de cualquier otro hombre u orden de hombres.”
Smith descartó el planeamiento central como visión utópica porque “la sabiduría o conocimiento humano nunca podría ser suficiente” para dirigir recursos hacia “los empleos más convenientes al interés de la sociedad.” Los deberes del soberano son pocos y definidos: (1) proteger “a la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes”; (2) salvaguardar “a cada miembro de la sociedad de la injusticia u opresión de cada uno de los otros miembros” en la medida de lo posible; y (3) “mantener y erigir ciertos trabajos públicos y ciertas instituciones públicas.” Cuándo el gobierno se limita a esas funciones básicas, una “gran sociedad” emerge.
En 1850, Frederic Bastiat, un bien conocido liberal francés, escribió: “Es bajo la ley de la justicia, bajo la regla de lo correcto, bajo influencia de la libertad, de la seguridad, de la estabilidad y de la responsabilidad que cada hombre alcanzará el máximo bienestar y dignidad de su ser, y aquella humanidad alcanzará... el progreso al cual está destinado.”
Hayek agarró estos principios liberales y en “El Camino de Servidumbre” y en otros trabajos los expuso y advirtió contra el avance del socialismo en Occidente. Él entendió que sustituir con fines socialistas –en particular, libre de estar necesitados- los medios capitalistas –la competencia y elección- destruiría la misma libertad necesaria para una gran sociedad. Bajo el liberalismo económico, el individuo y no el colectivo está en el centro y el consentimiento es el principio organizador, no la coerción.
Las tentativas de planear la vida económica y de alcanzar la “justicia social” causaron estragos en el siglo XX. La Unión Soviética, la República Popular de China, Alemania del Este y otros estados totalitarios aprendieron de la manera dura que Marx estaba incorrecto y Hayek en lo correcto. Sin embargo, todavía necesita ser enfatizado el mensaje de Hayek que “la libertad política no tiene sentido sin la libertad económica” Cuando se violan los derechos de propiedad y la libertad económica es reducida por varias formas de intervención del gobierno, se amenazan nuestras otras libertades. A los judíos en la Alemania Nazi primero se les violó sus libertades económicas. El resto de horrores siguió después.
Cualquier infracción a la libertad económica se debe de cortar de raíz. La vigilancia constante es necesaria para prevenir la erosión de los principios de un orden liberal de mercado. Como el premio Nobel en Economía James Buchanan ha escrito “los liberales no deben inclinarse hacia atrás y decir ‘nuestro trabajo está hecho.’ La organización y la bancarrota intelectual del socialismo en nuestro tiempo no han quitado la importancia de un discurso renovado y continuo en la filosofía política. Necesitamos el discurso para preservar, salvar y reconstruir aquello que podemos propiamente llamar el alma del liberalismo clásico.”
Muchos países en desarrollo todavía tienen mucho por hacer antes de alcanzar el nivel de libertad económica y personal prevista por Hayek. Muchos países desarrollados, incluyendo los Estados Unidos han ampliado el Estado de Bienestar sin el reconocimiento del peligro que plantea este al futuro de la libertad. El desafío político para el siglo XXI es aferrarse a y consolidar la libertad económica y el gobierno limitado mientras que al mismo tiempo se crean las nuevas democracias constitucionales que apoyan, más que erosionar, los principios liberales.
Traducido por Nicolás López para Cato Institute.
Artículos y ensayos seleccionados por Eugenio D'Medina sobre el pensamiento liberal
Tuesday, June 13, 2006
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