Nota del editor: Artículo escrito por Rigoberto Stewart y publicado por Revista Perfiles del siglo XXI, México. Interesante deslinde del liberalismo con tendencias distintas como las anarco-capitalistas, que por la separación de Stewart - y que reproduce la que hace Rothbard, por ejemplo, en su Hacia una nueva Libertad: el Manifiesto Libertario - queda claramente delimitado en sus principios de toda forma de anarquismo. Muy claro y didáctico el artículo de Rigoberto Stewart. Y especialmente, muy útil para ubicar al liberalismo.
Liberales y libertarios luchan por una misma causa: la libertad individual. Sin embargo, el libertarismo enfatiza que todos los seres humanos son iguales y no hay forma de justificar que unos tengan más derechos que otros o que unos puedan utilizar legítimamente la fuerza contra cualquier otro.
Para poder señalar las coincidencias y diferencias entre liberales y libertarios con respecto a cualquier tema, es necesario determinar antes quiénes son y qué entendemos por liberales y libertarios. El término libertarian (libertario) surgió en la América anglosajona para restaurar el significado europeo (¿y latinoamericano?) de liberal. Por esta razón, en principio, el término abarca todas las escuelas de pensamiento liberal, desde el libertarismo moderado de Adam Smith, la concepción del Estado mínimo de Herberth Spencer o el ultradiminuto Estado de Robert Nozick o Arthur Seldon hasta la escuela individualista anarquista de los estadounidenses. La meta de ésta última es una sociedad sin Estado en la que cualquier acto de coerción o agresión de una persona en contra de otra es considerado ilegítimo, excepto en el caso de la defensa propia.
Esta escuela individualista-anarquista se ubica en un extremo del liberalismo, o fuera de ella, según como se vea. En tiempos recientes ha sido representada por pensadores como Murray Rothbard, David Friedman, Hans-Hermann Hoppe y Walter Block. Para los propósitos de este artículo, ésta es la libertaria, y éstos son los libertarios, conocidos también como anarcocapitalistas. Por otra parte, identificamos como liberales a los liberales clásicos, incluyendo a los de orientación evolucionista como Friedrich August von Hayek, a los "Ordo Liberals" alemanes, y a los grandes pensadores latinoamericanos como Carlos A. Montaner, Plinio Apuleyo, Ramón Díaz y varios más, quienes si le encuentran funciones legítimas al Estado.
Los libertarios se distinguen por dos premisas básicas. La primera es que cada ser humano es dueño de sí mismo, por tanto es inaceptable que cualquier otro invada su cuerpo, ya sea a través de la esclavitud, asesinato, violación sexual, asalto, golpiza o cualquier otro acto equivalente. De esta premisa se deriva el axioma moral de la no agresión.
La segunda premisa es que la propiedad legítima de toda persona debe ser resguardada contra la invasión por cualquier otra. El derecho a la propiedad privada significa que los seres humanos pueden utilizar objetos físicos disponibles en la tierra sin cometer un acto de invasión. En concordancia con el axioma de la no agresión, cualquier medio para obtener propiedad que es estrictamente voluntaria es justificado. Por ejemplo, intercambio, regalos, apuestas, herencia, caridad, inversiones, empleo, préstamos, pago de deudas, etc. Y cualquier medio para obtener propiedad que no sea voluntario es inaceptable. Por ejemplo, asalto, robo, estafa, impuestos.
Paradigmas económicos
En su artículo "Liberalismo y Capitalismo", Ramón Díaz señala que "para que el liberalismo impere, se requiere que el capitalismo exista". Los liberales son capitalistas (que en esencia implica capital privado, trabajo libre y mercado libre); ¿lo son los libertarios? Walter Block señala en forma enfática que libertarismo no implica de ninguna manera una forma de organización capitalista: "Rechazamos en forma total y enérgica la visión de que el derecho a la propiedad privada implica lógicamente un modo capitalista. Por el contrario, aseguramos que el libertarismo es tan compatible con el socialismo como con el capitalismo". Y lo clarifica con el siguiente diagrama.
Para los libertarios la distinción relevante no es entre socialismo y capitalismo, sino entre voluntarismo y lo que él llama "coercivismo". Los opuestos son el capitalismo y socialismo voluntarios por un lado y las fuerzas malignas del capitalismo y socialismo coercitivos por el otro. Según la famosa frase de Robert Nozick, laissez-faire permite todo acto capitalista consensuado entre adultos. Pero para la filosofía libertaria, un sistema que permite todo acto socialista consesuado entre adultos es igualmente legítimo. El libertario no acepta el socialismo coercitivo, pero sí el voluntario, como las cooperativas, las comunas, los sindicatos voluntarios, etc. Para él, el núcleo familiar típico es una comuna socialista voluntaria donde se aplica el principio socialista de "cada uno según su habilidad, a cada unos según su necesidad"; y es totalmente aceptable.
Bajo el capitalismo voluntario, el empresario obtiene sus ganancias sólo de la compra voluntaria o consensual del consumidor; la soberanía del consumidor es la frase llamativa de este sistema, y el mercado libre no es más que la totalidad de esas transacciones voluntarias que se llevan a cabo en un área determinada. De ahí se deriva la certeza de que el mercado beneficia a todos los participantes. Sin embargo, no todas las versiones del capitalismo son tan benignas. El capitalismo estatal - o capitalismo monopólico, fascismo económico, capitalismo corporativo o, paradójicamente, socialismo nacional- mantiene una tenue adherencia a las instituciones del mercado libre. Pero ésta es sólo una máscara. En realidad, los intereses corporativos utilizan el gobierno para arrebatarles a los ciudadanos aquello que no obtendrían a través del mercado. Por medio de una serie de protecciones, mordidas, pagos debajo de la mesa, sobornos, impuestos, subsidios, rescates, franquicias, permisos, licencias, cuotas, exenciones, aranceles, favores, etc., el grupo político-empresarial logra expropiar los fondos del público en general.
Economía política
En el área de las políticas económicas hay muchas coincidencias como también diferencias entre las posiciones de los liberales y los libertarios. Los dos grupos cuestionan por igual muchas medidas económicas, pero por diferentes razones. Podríamos afirmar que los liberales tienden a cuestionar las políticas y a sugerir soluciones basadas en la eficiencia económica. Los individualistas-anarquistas, por el contrario, se basan en las dos premisas ya señaladas para juzgar las políticas desde una perspectiva moral. Esta perspectiva los lleva inclusive a adoptar una posición radical en el sentido de que ni siquiera consideran que debería haber una política económica, lo que concuerda con su posición respecto al Estado. Curiosamente, muchos liberales estarían de acuerdo en que esta posición (radical) es compatible con la máxima eficiencia económica; sin embargo, rara vez, la promoverían. Veamos, a manera de ejemplo, la posición de ambos grupos con respecto a cinco políticas económicas específicas.
Los impuestos
Los libertarios adversan los impuestos porque con ellos se viola el sagrado principio del derecho a la propiedad. Según ellos, el impuesto es inmoral por dos razones. Primero, porque viola el derecho que debe tener todo individuo a disponer del fruto de su labor, sin tener que pagar por ello. Segundo, porque impone costos emocionales a los ciudadanos. Los recaudadores actuales tienen la potestad de invadir empresas y hogares para secuestrar libros u otras evidencias. Estas acciones violan la privacidad y las libertades individuales de los ciudadanos. Congruente con su posición sobre el Estado y el derecho a la propiedad, los anarcocapitalistas abogan por la eliminación total de los impuestos.
Los liberales, por su parte, claman por bajos impuestos y por eficiencia en los gastos y la recaudación, porque reconocen que el esquema impositivo genera costos económicos importantes. Por ejemplo, el gobierno incurre en altos costos administrativos y de tipo policíaco para realizar la recaudación, los negocios e individuos deben gastar en contadores o asesores fiscales y en todo lo necesario para cumplir con los impuestos, y la sociedad se empobrece a causa de las distorsiones económicas que estimulan un mal uso de los recursos productivos.
Deuda pública
Para el libertario, la deuda pública -de cualquier monto- es inmoral, porque el individuo es soberano y nadie debe arrogarse el derecho de endeudarse en nombre de otro sin su consentimiento, aunque sea un alto jerarca electo por el pueblo. La deuda pública como acto de agresión resulta evidente cuando se analizan los hechos. Por medio de la deuda externa, el gobierno compromete, con los extranjeros, la producción futura de los ciudadanos, lo que equivale a darlos en concesión, como esclavos, por un tiempo determinado. Además, un alto porcentaje de la deuda pública es contraído con los más ricos de la sociedad. En América Latina es costumbre que el Estado le pida prestado a los más ricos para pagarles granjerías (pensiones, sueldos de lujo, subsidios a la exportación, etc.) a ellos mismos; pero recurre luego al resto de la población para cancelar la deuda. Este esquema es un mecanismo de transferencia de pobres a ricos. Una estafa legalizada. Una inmoralidad.
Los liberales se oponen a la deuda - más bien al exceso de ella- por los efectos económicos negativos que produce. Adversan el uso de la deuda para financiar gastos en vez de inversión, porque esa acción implica que se come en el presente la producción futura de los hijos y nietos. Los liberales refuerzan su oposición con el argumento de que cuando el gobierno recurre a los mercados financieros, toma los recursos que muchas empresas privadas utilizarían para invertir o trabajar, a la vez que hace subir las tasas de interés. Esto implica menos inversión, menos producción, menos empleo productivo y menos creación de riqueza.
Monopolios estatales
Los liberales y los individualistas-anarquistas cuestionan por igual los monopolios estatales, no importa de qué tipo, porque la imposición de esas estructuras de mercado en favor del Estado (entiéndase, los políticos) ocasionan grandes costos económicos, tanto a la sociedad entera como a sus miembros individuales. Esos costos surgen porque:
1.- Los servicios que brindan los monopolios son inferiores en cantidad y calidad, comparados con los que brindan las empresas en competencia.
2.- Dichos monopolios exigen precios más elevados que las empresas en competencia, y
3.- Absorben recursos económicos que el gobierno podría invertir en actividades socialmente más productivas, tales como la infraestructura y los servicios de salud, educación y seguridad ciudadana. El liberal no tiene problemas inclusive con la privatización de los monopolios públicos de infraestructura, siempre que no surja un problema técnico. En caso de duda, los liberales junto con Milton Friedman prefieren un monopolio privado (con el Estado como contrapeso) a uno público.
Además de coincidir con la posición anterior, los libertarios repudian los monopolios estatales porque a través de ellos los gobernantes realizan una doble violación de la libertad económica de los ciudadanos. Primero, se le prohibe al individuo su participación en el mercado como proveedor del bien, infringiendo su derecho a brindar servicios a sus conciudadanos; se le impide una acción que es vital tanto para la prosperidad como para la convivencia pacífica. Segundo, se le impide aprovisionarse del bien o servicio de otra fuente que no sea el monopolio, negándole así el derecho a la elección; un aspecto medular de un sistema basado en la libertad.
Comercio exterior
Para el libertario, solo un comercio exterior cien por ciento libre - de aranceles, cuotas, permisos, etc.- es compatible con el derecho a la propiedad. cualquier intervención del Estado viola el derecho del ciudadano a la libertad económica, viola su derecho a adquirir bienes y servicios del lugar que le resulte más provechoso.
El liberal, por su parte, aboga por un comercio más libre -hasta el cien por ciento inclusive-, porque reconoce que el proteccionismo genera pobreza. Al estimular a los individuos a producir los bienes protegidos en cuya producción el país no goza de ventajas comparativas, el proteccionismo propicia un mal uso de los insumos de producción. Los impuestos a la importación encarecen los bienes y servicios que consume la población; además por los efectos indirectos sobre los costos de producción, dichos impuestos reducen los salarios o la remuneración de la mano de obra. Así, los trabajadores se empobrecen por los dos efectos: ganan menos y deben pagar más por los bienes que consumen.
La emisión monetaria
Los libertarios o anarcocapitalistas se oponen a que el gobierno monopolice la emisión de dinero por las mismas razones que los induce a oponerse a cualquier otro monopolio estatal. El individuo es soberano y no se debe limitar su opción de utilizar cualquier bien como medio para intercambiar con otros. Los liberales, como Hayek, han propuesto las privatizaciones de las monedas no por el argumento anterior, sino porque tienen plena conciencia de los costos económicos que acarrea el mal manejo de las emisiones monetarias. Una de las consecuencias de ese manejo es la inflación, la cual, además de arruinar a grupos específicos de la sociedad, empobrece de forma generalizada porque causa estragos en las relaciones económicas. Por una parte destroza la relación normal de precios, causando que se desvíen muchos insumos a usos menos productivos. Por otra, la inestabilidad de la moneda hace difícil planear y firmar contratos de largo plazo, lo que implica menos inversión, empleo y generación de riqueza.
Conclusión
Si aceptamos y nos circunscribimos a las definiciones utilizadas en este artículo, debemos concluir que el libertario es un liberal muy especial que se guía por premisas, principios o axiomas muy claros, los cuales les dan coherencia total a sus planteamientos. Existe una clara distinción entre el libertario y los demás liberales con respecto al Estado, sus funciones y sus políticas económicas. El Estado no puede utilizar la fuerza para financiar ninguna actividad o función; sin embargo, puede asumir todas las funciones que quiera siempre que la financie voluntariamente y que no utilice la fuerza para impedir que otros individuos participen de esas mismas funciones. Vemos entonces que el libertario no tiene una receta para el tamaño del Estado ni para sus funciones o sus políticas. Pueden tomar cualquier forma, siempre que se cumpla con el axioma de la no agresión a persona o propiedad. Para el libertario, una política del Estado de entregar vivienda gratuita a cierto segmento de la población, que sea financiada por contribuciones voluntarias -como lo haría cualquier fundación- es totalmente aceptable.
Los demás liberales no mantienen esta coherencia. Ellos reconocen también los derechos individuales, pero contrario a los libertarios, le asignan al Estado la función de proteger dichos derechos y, simultáneamente, le dan la facultad de violarlos. Es decir, los demás liberales aceptan tácitamente que el Estado es el único facultado para violar los derechos individuales. He aquí una de las grandes diferencias.
Artículos y ensayos seleccionados por Eugenio D'Medina sobre el pensamiento liberal
Wednesday, August 02, 2006
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